Perdidos en el desierto. Capítulo 1

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Estaba flotando en la nada. Una oscuridad eterna la engulló por completo mientras un silencio sepulcral envolvía su cuerpo. No podía mover nada por mucho que lo intentase. Tampoco sentía las ganas para hacer nada. Se había rendido al vacío, dejando que una corriente inexistente se la llevara.

De golpe, el graznido de un ave sonó en la nada y la oscuridad desapareció por completo.

Relsiin abrió los ojos y dio una bocanada de aire, como si respirase por primera vez en años. Estaba tumbada boca arriba en la arena de un desierto que no conocía. El sol, implacable como siempre, se filtraba con sus rayos entre la arena que volaba con el viento.

A su lado, un buitre se había posado en su pierna derecha y miró su cuerpo como si estuviese contemplando un manjar.

Palpó a su alrededor con la mano sin dejar de mirar al buitre y dio con la forma de una de sus pistolas. La agarró y apuntó a la cabeza del animal. Pero en cuanto apretó el gatillo, escuchó el familiar chasquido vacío del arma.

El buitre la miró impasible y mordió la pierna con su pico.

 ¡Ah! ¡Pero serás…!

Relsiin agarró la pistola por el cañón y le dio un culatazo al animal. El buitre soltó un alarido y alzó el vuelo.

Se levantó con mucho esfuerzo, pues su cuerpo se sentía pesado, como si llevase un yunque invisible en la espalda.

Miró en todas direcciones, no había más que arena allá donde miraba. Estaba perdida en medio del desierto y sin nada con qué orientarse. Pero no hacer nada era mucho peor, no podía quedarse ahí parada, así que empezó a andar.

Caminó sin ningún rumbo aparente. Sus pies, pese a llevar botas que la protegían, empezaron a gastarse y arder por dentro tras horas pisando la ardiente e infinita arena. No se topó con nada salvo por alguna que otra roca en lo alto de una duna. La sed la mataba, sus labios se secaron y agrietaron mientras su piel se enrojecía por la aplastante luz del sol.

Finalmente, encontró un camino. Un sendero más bien. No era gran cosa, no indicaba ninguna dirección, pero era su mejor opción.

Siguió el camino de tierra con la esperanza de encontrarse a alguien, le daba igual quién. Incluso se hubiera alegrado que hubiera venido algún depredador a por ella, fantaseó con ser capaz de acabar con él y beberse su sangre si eso servía para saciar su sed.

Pasado un tiempo, vio a la lejanía a dos personas corriendo hacia su dirección. Su tez y su exótica ropa llena de adornos le indicaron que eran Elonianos. Se animó al verlos y se le volvió a pasar por la cabeza lo del depredador.

A medida que se acercaban, Relsiin distinguió a un hombre y una mujer de avanzada edad tirando de un raptor cogido por las riendas. Cuando vieron a Relsiin, se les esbozó una sonrisa de alivio y fueron a por ella sin detenerse.

 ¡Ayuda, necesitamos ayuda! —gritó el hombre.

 Agua… —cuando Relsiin abrió la boca, se dio cuenta que su voz se había estropeado por la deshidratación.

 ¡Nos han atacado en el paso de…!

 Agua… —su voz, aunque grave y dañada, empezó a enfurecerse.

 Necesitamos a alguien que nos ayude a…

 ¡Que me des agua, abuelo de las narices!

La pareja empalideció y se inclinaron hacia atrás de la sorpresa. El hombre fue donde su raptor y sacó de uno de los bolsillos una bolsa con agua. Relsiin se lo quitó de las manos y bebió como si no hubiera un mañana. Los dos viajeros esperaron, asustados y temblando, mientras la ladrona se terminaba toda el agua de la bolsa sin dejar ni una sola gota.

Cuando terminó, devolvió la bolsa vacía al anciano mientras se limpiaba la boca con la muñeca.

 Vale, ya estoy disponible. Qué pasa.

 Viajábamos hacia el este, al campamento de Sombra del Augurio, pero fuimos atacados por forjados.

 Y supongo que queréis que acabe con ellos.

 ¡No! Ya están muertos. El problema es un gigante con arco que está disparando a todo el que se cruza por el camino. Mató a los forjados y luego nos atacó a nosotros con flechas de metal.

 Espera interrumpió Relsiin levantando las manos, repite eso último.

 ¿Lo de las flechas?

 Sí, has dicho que son de metal.

 Sí, ¡y enormes! Jamás había visto unas similares.

Relsiin levantó la mirada y resopló.

 Dime dónde está.




Los viajeros la guiaron a través del camino, pero cuando llegaron al lugar, no quisieron acercarse más y se quedaron mirando a la lejanía, escondiéndose detrás de su raptor que le había dado por sentarse.

A sus pies yacían esparcidos los restos de varios forjados, estaban tan mezclados entre sí que no sabía cuántos eran ni la clase que formaban. Parecía un puzle sin formar de hierro, armas y fuego.

Se puso en medio de la escena y tomó aire.

 ¡Sé que eres tú, Alma de Escarcha! gritó Relsiin mientras tapaba su boca con la mano para susurrar. Vieja arpía amargada…

 ¡Tú! Sonó una voz ronca detrás de una duna.

La norn apareció con el arco en alto y apuntándola y sin ninguna señal de bajarla. Su ropa, igual que la suya, estaba dañada y los bordes quemados.

 De acuerdo, muy divertido. Ahora baja el arco.

 Y una leche de dolyak. ¿Cómo sé que no estás con el traidor?

 ¿Hablas en serio? ¡Luché a tu lado!

 ¡Y él luchó delante, detrás, a los lados y hasta debajo de mis faldas a la vez! Donde estabas en aquel momento no te excusa.

 ¡Oh, venga ya! No estoy de humor para tus sarcasmos. Te guste o no, estamos juntas en el mismo bando. Así que baja aquí y salgamos juntas de ésta.

Alma de Escarcha empezó a bajar lentamente su arco. Seguía desconfiando de ella, pero tenía razón en lo de estar en el mismo bando. Sin quitarle el ojo de encima, bajó de la duna y se acercó a Relsiin con el arco todavía en mano y listo para ser usado.

 Ahora, ¿qué? dijo Alma con un suspiro.

 Sheik ha usado sus famosos portales con nosotras. Si nos hemos encontrado en medio de la nada, el resto del grupo habrá corrido la misma suerte. ¿Tu lobo puede rastrearlos con su olor?

 La misma palabra lo dice. Dante sigue el rastro que deja la gente, pero si esa persona se ha teletransportado, no hay rastro que seguir.

Cuando oyó su nombre, el lobo asomó la cabeza de una de las dunas y vino corriendo hacia ellas. Tenía el cuerpo de un diminuto perrito de las praderas en la boca y lo dejó a los pies de su ama. Alma agarró al animal muerto y lo lanzó para que Dante fuese a por él.

 Podemos acompañar a los viajeros al campamento de… ¿Sombra del Augurio? Creo que lo llamaron así. Nos aprovisionamos y averiguamos dónde estamos.

 Estáis en la ribera de Elon. soltó el viajero levantando el dedo como si pidiera permiso mientras seguía escondido detrás de su raptor.

Los cuatro se pusieron en marcha, Alma de Escarcha, Relsiin y los dos ancianos. Dejaron atrás el cementerio de forjados que la norn había creado.

Fueron andando hacia el este mientras contemplaban la inmensidad de las montañas de arena y piedra que decoraban el lugar. Pasaron al lado de ruinas cuyos pedazos formaron parte de edificios altísimos y de djinns de diferentes elementos que flotaban sin rumbo por el desierto y se les quedaban mirando con curiosidad y suspicacia. También se toparon con otras caravanas compuestas por desertores que huían de la opresión del gobierno de Joko, rumbo a Amnoon. A Relsiin se le pasó por la cabeza seguirles y volver a casa, pero tenía demasiados asuntos pendientes en este lugar como para hacer caso a sus instintos.

El camino se podía considerar de todo menos seguro. Durante su trayecto se toparon con toda clase de depredadores: tiburones de arena, leones, anguilas e incluso chumbos agresivos. Relsiin se enfrentó a ellos con las pocas balas que le quedaban de su rifle mientras que Alma los destrozaba con flechas que parecían lanzas de metal. A medida que avanzaban, la presencia de depredadores fue menguando y siendo sustituido por personas, granjeros o refugiados de todo tipo.

Protegido por dos precipicios que lo ocultaban, las puntiagudas tiendas de la Sombra del Augurio se mostraron ante ellas. Decenas de cañas de bambú se mantenían atadas entre sí y tomaban la forma de una estrella, cuyos lados tenían arcos hechos de tela y palos de madera. El tamaño de las tiendas era gigantesco, algo que ni Alma ni Relsiin habían visto todavía. Los habitantes del campamento se giraron y se acercaron a recibirlas bajo cálidas bienvenidas.

 ¡Nuevos peregrinos! ¡Sed bienvenidos a Sombra del Augurio! Un sylvari de piel amarillenta y con pelos de hojas de piña se acercó a ellos esbozando una sonrisa que casi parecía siniestra. Mi nombre es Kalidonn.

 ¿Qué es este sitio? preguntó Relsiin.

 Éste, es el lugar donde se reúnen los seguidores de la ascensión. Procedemos de todos los rincones de Tyria en busca de la roca del augurio para ascender de la misma forma que los primeros humanos cientos de años atrás. ¿Queréis uniros a nuestra causa?

 No gracias, prefiero volver a la marca respondió Alma de Escarcha.

 En realidad queremos reaprovisionarnos, necesitamos comida, armas y un lugar de descanso.

 Si queréis una estancia, tenemos dos campamentos que podéis mirar.

El sylvari las guio por los dos campamentos, que no estaban lejos el uno del otro. Relsiin paseó por ellos preguntando por mercaderes o alguien que pudiera venderle algo útil. Por suerte, muchos de los seguidores eran artesanos, comerciantes e incluso guerreros procedentes de todas partes. Le compró balas a un charr de pelaje marrón que se ganaba la vida cuidando de los animales, raciones de comida a una corpulenta norn y aprovechó a que un humano peletero le reparase la armadura.

Mientras le hacían eso último, se puso un vestido que le había prestado el peletero mientras trabajaba con su armadura. Si alguno de sus conocidos la viese vestida así, se pensarían que se había convertido a otra religión y ahora formaba parte de los seguidores de la ascensión.

De seguro se habrían reído de ella.

Al anochecer, los aldeanos se refugiaron en sus tiendas. En cada una de ellas brillaba una luz pálida e intermitente en su interior. Los niños jugaban con las sombras mientras sus familiares ponían orden. Relsiin y Alma de Escarcha apenas charlaron en la suya, ni se distrajeron con nada. Tan sólo intercambiaron un par de palabras referentes a la comida y nada más.

Ninguna de las dos se sentía cómoda la una con la otra.

De repente, se escuchó el grito de un niño fuera del campamento. Relsiin y Alma de Escarcha se miraron mutuamente y dejaron la comida en el suelo.

Armadas con sus armas, salieron de la tienda listas para el combate. De forma heroica, apuntaron cada una a un lado. Relsiin sujetando el rifle y con una de sus pistolas lista en la mano izquierda y Alma de Escarcha aguantando tres flechas con los nudillos, mientras los demás corrían en la misma dirección y las ignoraban por completo.

Las dos aventureras se relajaron un poco después de su épica, pero invisible salida y siguieron torpemente a la muchedumbre.

Debido al cúmulo de gente, ninguna de las dos logró ponerse delante y ver qué pasaba. Sin embargo, la gente empezó a soltar gritos y a saltar. Cuando se apartaron lo suficiente, vieron a una rata en carne viva y con la cabeza con forma de calavera humana.

Tanto para Relsiin como Alma, esa cosa les era demasiado familiar.

 ¡El siervo de hueso de Nairin!

Los seguidores rodearon a la criatura para no dejarla escapar. Un charr asestó un bayonetazo con su rifle de la legión, pero falló y el arma se hundió en la arena. Una sylvari de tez roja invocó con sus manos bolas de fuego y los lanzó contra él, pero la criatura logró esquivarlos. Aquello parecía más bien el espectáculo de una pelea entre animales salvajes mientras los espectadores apostaban por quién sería el vencedor.

Relsiin intentó meterse en medio y evitar que despedazasen a la pobre criatura, pero fracasó en el intento cuando nadie le hizo caso.

Finalmente se hartó, levantó su rifle y disparó en el aire. Todos los presentes se quedaron quietos y pusieron toda su atención a Relsiin.




 Ese bicho es mío dijo mientras amartillaba el cerrojo de su mosquete maldito. Quien lo toque, le disparo.

La muchedumbre se separó y se dispersaron poco a poco, volviendo a sus tiendas. El siervo, que se sentó cuando dejaron de atacarle, esperó paciente a que se fueran todos y se volvió a levantar.

 Viene hacia ti dijo Alma de Escarcha con un evidente asco al siervo.

Relsiin dio unos pasos hacia atrás. No quería que la desagradable criatura la tocara. El siervo se agarró a su pierna y empezó a trepar como si fuera una ardilla. Una horripilante, viscosa y deforme ardilla.

 No… no… para… qué asco…

Cuando llegó hasta su rostro, escuchó una voz que se formó dentro de su cabeza.

Sheik se dirige a Istan para marcharse de Elona con la tiara, Mi ama le está siguiendo y ha pedido que os guíe hasta ella. Es vital que detengamos al hipnotizador por todos los medios posibles.

Cuando terminó, se apeó de Relsiin, dejando un trecho de baba por toda la ropa.

 ¿Has oído eso?

 ¿El qué, ha pedido que lo saques a pasear? dijo Alma sarcásticamente.

 ¿Sabes qué? Olvídalo.

La serenidad del lugar se vio interrumpida otra vez cuando un guardia del campamento exclamó y puso en alerta a todo el mundo:

 ¡Persona a la vista!

Las dos aventureras miraron a la lejanía una figura montada en un raptor. Aunque estaba demasiado lejos para distinguir de quién se trataba, Relsiin hizo un esfuerzo.

 ¿Esa no es…?



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