Perdidos en el desierto. Capítulo 7

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Capítulo 7: El peor desierto


Index de capítulos:

.Capítulo 2: Captores
.Capítulo 3: En busca de un imprudente
.Capítulo 4: Perseguidos
.Capítulo 5: Desolación en la Desolación
.Capítulo 6: A Contrarreloj
.Capítulo 7: El peor desierto
.Capítulo 8: Última Parada + Epílogo





Nairin fue la última en salir del polvoriento túnel y se reunió con las demás en la salida. Finalmente dejaron atrás a los bandidos, pero también a Actheon. Habían pagado un precio muy alto por deshacerse de ellos y lo único que podían hacer por el druida era pensar que lo habían capturado vivo.

Sin montura y con pocas provisiones, las cuatro mujeres se adentraron en un frondoso camino que las llevó hasta una aldea situada a lo largo y alto de una montaña llamada Yatendi.

El grupo paró para aprovisionarse y Alma de Escarcha aprovechó para sacarse la punta de flecha que tenía clavada en el brazo. Su lobo Dante le lamió la sangre que bajaba por el codo y apoyó su cabeza en el regazo de su ama para no dejarla sola en nngún momento. Pero en la aldea no había nada. No había ni medicinas ni antibióticos para tratar la herida. La norn tuvo que cubrirlo con una venda y rezar para que no se le infectase por el camino.

Tampoco había comida. Nairin, que fue la encargada de conseguirla, regresó profundamente decepcionada cuando lo único que obtuvo fue un deprimente saco de yute con semillas y lentejas. La aldea sufría una escasez y el grupo tuvo que apañárselas con lo que había.

Abandonaron la aldea mientras unos escuálidos aldeanos les mostraban el camino más corto a Kourna y se despidieron de ellas con mensajes de buena suerte.

Recorrieron el basto desierto a pie durante dos días, parando a refugiarse cuando caía el frío manto de la noche. El brazo herido de Alma de Escarcha se hinchó durante el tiempo que pasaron andando. Arbelma sugirió cerrar la herida calentando la hoja de su espada con fuego. La norn se negó rotundamente al principio alegando que ya se cerraría por sí sola, pero cuando el brazo se entumeció y empezó a soltar un olor nauseabundo el segundo día, no le quedó otro remedio que aceptar. Nairin usó su magia nigromántica para sujetar a Alma con sus garras y Relsiin la amordazó para que pudiera morder algo y amortiguar el dolor. Arbelma se aseguró que su sable estuviera lo más limpio posible y colocó rápidamente la candente hoja en la lesión. El humo salió de la carne quemada de Alma, demostrando así que la herida se había sellado. Pero aun con eso, estaba claro que se había infectado y la norn contrajo fiebre esa misma noche. Estaba siempre sudorosa y sufría mareos que le pasaban factura cada hora que caminaba.

Su agotador viaje por Jahai terminó al mismo tiempo que sus provisiones cuando alcanzaron una entrada que las llevó al otro lado de una montaña. El cielo se nubló y, aunque era de día, la contaminación y la pestilencia hacían del desierto un vertedero oscuro. Un constante olor a muerto arqueó la nariz de todas mientras una arena infinita retaba a las aventureras a cruzarlo.

Habían llegado a Kourna.

 ¿Cómo tienes el brazo, Alma? preguntó Nairin.

 Apenas puedo sentirlo. respondió Alma de Escarcha mientras se quitaba el sudor de su frente con la otra mano.

Ante ellas se mostró un deprimente yermo decorado con huesos de todas las razas que pisaron su suelo y estatuas de Palawa Joko hundidas hasta la cabeza, recordando a cualquiera que las viese que el liche prevalecía eternamente en estas tierras. Cuando no había viento, el hedor putrefacto dominaba la región, pero cuando el viento se levantaba y les daba en la cara, llegaba un ácido olor a alquitrán procedente del sur.

 ¿Qué es esa peste? preguntó Arbelma tapándose la nariz con la muñeca.

 Creo que Gandara. Dedujo Nairin. Si seguimos el olor llegaremos al mar y podremos afianzarnos un barco para Istan.

 ¿Crees que Sheik estará allí? Alma gruñó cuando formuló su pregunta y se llevó la mano a la herida. Su brazo enfermo palpitó, exigiendo un tratamiento que la norn no podía ofrecerle.

 No lo sé.

Bajaron con cuidado por una rampa que las conducía al denso desierto de Kourna. Por suerte para ellas, el sol no podía penetrar las capas de contaminación que cubrían el cielo y disfrutaron de una sensación de frescor durante todo el trayecto a costa de sentir la permanente peste a descomposición en su olfato.

Pasaron las horas en el que la única diferencia de su avance eran las subidas y bajadas por las dunas de arena. La falta de agua les pasó factura. En un ambiente tan seco y sin nada con qué reponer líquidos, el grupo se agotó rápidamente y las piernas de todas y cada una empezaron a fallarles. El único sonido que podían escuchar era el de sus propios jadeos, sus pies hundiéndose en la arena y el viento golpeando sus orejas de vez en cuando.

Alma de Escarcha intentó aguantar el equilibrio lo mejor que pudo, pero la fiebre, el cansancio y la deshidratación hicieron mella en su cuerpo y cayó al suelo. Al encontrarse en lo alto de una duna, se deslizó hacia abajo y quedó de espaldas a la arena. Sus tres compañeras reaccionaron muy tarde y se quedaron mirando la caída de su compañera. Su lobo, Dante, no dudó un solo segundo y se deslizó para llegar a su ama. Relsiin, Nairin y Arbelma imitaron al animal y se deslizaron suavemente a los lados de Alma.

Ninguna quiso levantarse y quedaron todas boca-arriba.

 Deberíamos seguir. dijo Relsiin con unas palabras que acabaron en susurro.

 Deberíamos, pero así se está muy bien. rebatió Arbelma evidentemente cansada.

 Relsiin tiene razón. Nairin levantó un poco la cabeza, pero la dejó caer en la arena por el agotamiento. Si no nos movemos, este desierto se convertirá en nuestra tumba.

 ¿Sabes qué? Me da igual.

 Venga ya, no hemos llegado tan lejos para tirar la toalla ahora, ¿no?

 Me gustaría apoyarte en eso, enana refunfuñó Relsiin, pero a no ser que puedas hacer aparecer por arte de magia una jarra de agua en uno de tus muchos bolsillos, no voy a levantarme.

Las chicas permanecieron en silencio sin saber qué más decir, pero en cuanto se callaron escucharon un cauce justo delante de ellas. Las cuatro levantaron la cabeza al unísono y sus ojos mostraron un río bastante ancho cortando su camino.

 Abracadabra, bookah.



Se arrastraron por la arena hasta el río con los ojos como platos y sin poder creérselo. Cuanto más se acercaban, más húmeda era la arena y más se pegaba a su ropa. Apretaron sus manos, como si intentasen demostrar a sus mentes que no se trataba de ningún espejismo. Sus rostros se fueron llenando de felicidad cada vez que escuchaban el relajante sonido de la corriente.

Relsiin fue la primera en llegar. Hundió su mano en el agua y la sacó haciendo la forma de un cuenco. Sus compañeras la miraron, esperando a que les dijese si el agua estaba limpia o contaminada como el resto del desierto.

 ¿Cómo está? preguntó Arbelma.

Relsiin bebió y escupió el agua que se había metido en la boca.

 Horrible la ladrona volvió a meter las manos y ésta vez tragó como si le fuera la vida en ello. Con el agua corriendo por su barbilla se volvió a sus compañeras, pero me da igual.

La posibilidad de que no estuviese limpia era muy alta, pero tras pasar las últimas horas andando por un árido desierto les daba igual lo que hubiese nadando por ahí. Las demás se unieron a Relsiin como si fuesen una manada de gacelas de roca sedientas. Sólo cuando saciaron un poco su sed decidieron hervir el agua con una cazuela que tenía Nairin para asegurarse de no enfermar por ella.

Cuando terminaron, llenaron los sacos de agua para llevarlos consigo y se fueron levantando poco a poco. Se sentían revitalizadas pese a no haber comido nada sólido en horas. El agua fue un buen aliciente para recobrar fuerzas por un tiempo.

 ¿A dónde vamos ahora?

Alma de Escarcha se levantó con el brazo sano y apuntó a lo largo del río.

 Donde hay agua, hay un poblado. Yo digo de seguirlo hasta dar con el mar o con una aldea.

El grupo se mostró de acuerdo y siguieron el cauce del río. Aun sin comer durante horas, el agua les dio fuerza para seguir andando y los ánimos fueron subiendo por momentos.

Pero su racha de buena suerte se terminó cuando se alzó una voz en lo alto de una colina de rocas.

 ¡Intrusos!

El grupo levantó la cabeza y vio a una patrulla de despertados cargando en su dirección. Nairin se dio prisa para detenerles y mostrarles el permiso que consiguió en la Desolación, pero uno de los despertados la fulminó con un rayo mágico. La asura salió disparada y aterrizó al rio. Las ladronas sacaron las armas mientras que Alma se lanzó de cabeza al agua para sacar a la nigromante y evitar que se ahogase si seguía viva.

 Supongo que ese permiso no sirve de nada aquí. comentó Relsiin.

 ¿Contaste las balas que te quedaban? preguntó Arbelma al mismo tiempo que desenvainaba su chafarote.

 Me quedan seis, en Yatendi no había nada.

Alma de Escarcha agarró a Nairin por la muñeca y tiró de ella, arrastrándola por la orilla y alejándola del rio. Las gotas de agua bajaron por la túnica de la norn y dejaron un rastro en la arena a medida que se alejaba y se ponía a cubierto. Nairin parecía pálida y la parte del pecho de su ropa estaba ennegrecida en el lugar donde impactó el rayo. Llevó su cabeza al pecho y se incorporó para dirigirse a sus compañeras.

 Respira, pero está fuera de combate. Las dos ladronas se miraron entre ellas y soltaron una pequeña sonrisilla que desconcertó a Alma. ¿Qué?

 Pensé que querías verla muerta. soltó Arbelma.

 Tengo un brazo herido y una fiebre que no me aguanto de pie, prefiero que ella haga el trabajo sucio por mí. Levantó la oreja derecha de Nairin y acercó su cara para que pudiese escucharla mejor con la esperanza de despertarla. ¡Pero si no hay otra, pienso usar su cuerpo como maza!

Su comentario no surtió efecto y Nairin no respondió. Antes de que a otra se le ocurriese una idea mejor, un despertado se abalanzó hacia Relsiin alzando una espada hecha de hueso y alquitrán y Arbelma le cortó el paso entablando combate con su chafarote. Los dos chocaron sus espadas y Relsiin volvió en sí y se apartó. Necesitaba distancia, un lugar donde estabilizar su rifle y proporcionarle el apoyo que Arbelma necesitaba, pero no podía ignorar a los demás despertados.

Una flecha pasó rozando la cabeza de Relsiin y su instinto la tiró a la orilla del rio. Sus pies chapotearon y se hundieron en el agua mientras aprovechaba una elevación de tierra para cubrirse y apoyar su rifle. Puso su mira en el abdomen abierto del despertado que acababa de disparar esa flecha y apretó el gatillo. El rifle soltó un fogonazo que apartó la arena que tenía debajo y dejó un pequeño hundimiento en ella. El arquero se fue inclinando para encajar el disparo y cayó de espaldas al suelo mientras soltaba su arco y se llevaba las manos a la herida.

Ahora sólo tenía cinco balas.

En su mira veía a tres despertados más, dos de ellos cargando con espadas mientras un tercero meneaba un báculo brillante de hueso a su dirección. Relsiin dedujo que ese último era un ocultista. A diferencia del resto, podía usar magia oscura capaz de aniquilar a la expedición si permitía que invocara los hechizos necesarios para hacerlo.

Arbelma esquivó los toscos golpes de su contrincante al mismo tiempo que trataba de dar un tajo a las zonas de su cuerpo que dejaba expuestas. La fuerza del despertado era superior a la suya, ni siquiera su chafarote podía hacer frente a la gruesa espada alquitranada del despertado. Su aguante se consumía cada vez que evadía uno de sus ataques y su piel no parecía ceder al filo de su sable. Por si no fuera poco, otros dos despertados se acercaban con sus espadas en alto.

 ¡Relsiin! Exclamó mientras bajaba la cabeza para evitar que se la cortase el despertado, ¡haz algo con esos que vienen o nos harán picadillo!

 ¿Picadillo de carne?

Nairin levantó las orejas y después la cabeza, sorprendiendo a Alma de Escarcha, que bufó.

 Qué curioso, habla de comida y la resucitas.

La sylvari levantó el pie hasta la altura de su cabeza y le dio una patada rotatoria a la cara del despertado. Su contrincante se llevó la mano a la nariz y bajó la guardia, pero justo cuando se dispuso a recuperar el equilibrio y asestarle un tajo letal, Arbelma sintió un pinzamiento en la espalda y cayó de rodillas al suelo. Sintió como si la herida de la lanza se hubiese abierto y no le permitió moverse con soltura. El despertado volvió en sí, elevó su grotesca espada y la bajó contra la sylvari. Arbelma reaccionó, se dio la vuelta y lo bloqueó con su chafarote, quedándose tumbada en la arena soportando la fuerza de su enemigo como podía. La hoja del despertado se hundió hasta la mitad de la hoja del arma de Arbelma, dio un pisotón en la base de su espada y partió en dos el chafarote.

Arbelma se quedó con el mango y parte de la hoja mientras que la otra mitad cayó sobre su mejilla izquierda. Estaba desarmada frente a un enemigo que la superaba en todo. El despertado volvió a elevar su espada para rematarla y soltó un grito de guerra mientras bajaba el arma. Pero justo cuando llegó a mitad del trayecto. El lobo de Alma de Escarcha, Dante, se abalanzó sobre el brazo del despertado. El animal gruñó con vehemencia mientras clavaba sus colmillos en lo más profundo de la carne del soldado. Al ser un lobo de considerable tamaño, el despertado no pudo aguantar su peso y se vio forzado a dejar caer su brazo y su arma al suelo mientras trataba de deshacerse del animal dándole puñetazos a su hocico. Arbelma aprovechó la distracción y rodó por el suelo en dirección a la espada de hueso del despertado. La agarró y se levantó rápidamente a espaldas de su adversario. Bajo un grito de fuerza e ira, blandió la espada de hueso y le cortó la cabeza al despertado de un único tajo.

Relsiin apuntó con su rifle a uno de los dos despertados que se dirigían hacia ellas. Apretó el gatillo y el proyectil impactó en el pecho de su víctima, pero no cayó. En lugar de eso, encajó el impacto y siguió corriendo. Amartilló el arma y volvió a disparar al pecho. El despertado perdió el equilibrio por momentos, pero volvió a levantarse como si no hubiese pasado nada.

Le quedaban tres balas.

El otro despertado paró en seco cuando la arena subió por sus pies. Un aura de azufre le rodeó todo el cuerpo y lo tiró al suelo bajo un opresivo manto de corrupción. Nairin adoptó una pose de combate, sacó su antorcha que había clavado en la arena y se dirigió a Relsiin con aires de coraje.

 ¡Apunta ahora! le gritó agravando su voz.

Relsiin apuntó cuidadosamente y puso la cabeza del despertado en el centro de la mira. Dejó de respirar y fue soltando aire muy lentamente. Cuando estuvo segura, apretó el gatillo. La bala le atravesó un ojo y el despertado cayó rígido como una estatua.

Le quedaban dos balas.

Su compañero se levantó justo después del ataque de la nigromante y observó que tenía a tres enemigos delante esparcidos por la zona. Cargó a ciegas mientras pensaba a por quién iba, pero no avanzó ni cinco pasos cuando la mitad de su rostro fue mordida y arrancada por una mandíbula espectral que Nairin había invocado.

La asura avanzó rápidamente y manifestó una sombra de arena justo al lado del último despertado que quedaba y el más alejado, el mismo ocultista que la fulminó al principio con un rayo. El despertado giró su cabeza en dirección a la sombra y ésta explotó con virulencia mientras emanaba pulsos necróticos a su alrededor. Sólo cayó al suelo la mitad del despertado y una gran cantidad de alquitrán que brotaba de su interior.

El combate parecía haber terminado. Todos los despertados fueron eliminados y el grupo se reagrupó. Nairin pasó al lado del despertado que le faltaba media cabeza y le absorbió la fuerza vital que le quedaba de su interior alzando su brazo y apuntando hacia él.

 Gracias a los dioses que los hemos eliminado. soltó Relsiin aliviada.

 ¿Esos eran todos?

 Creo que sí. Nairin miró a su alrededor y enfundó sus armas. Me parece que ya no poseemos ninguna inmunidad en esta zona.

 ¿Qué te hace pensar eso? Vaciló Arbelma, ¿el que te lanzasen un rayo de la muerte o que nos hayan atacado sin ni siquiera preguntar?

El grupo avanzó siguiendo el cauce del rio hasta su fin. Al principio de desanimaron al ver que el rio se trataba en realidad de una cuenca, pero se adentraron por un camino decorado con los huesos de un animal gigantesco y fueron a parar a un lúgubre pueblo. Para cuando divisaron las primeras luces procedentes de las ventanas de las casas, el cielo ya se había oscurecido y el anochecer cayó sobre Kourna.

El pueblo se encontraba en lo alto de una montaña y encima del cauce seco que estaban recorriendo. Las casas estaban hechas de piedra anaranjada y las estatuas de Joko vigilaban los alrededores haciendo alarde de poses de dominación sobre los habitantes. A medida que pasaban a hurtadillas por el cauce, otra estatua observaba con los brazos cruzados los dos únicos puentes por los que se podía acceder al poblado.

 En el pueblo seguro que hay comida comentó Nairin justo antes de que su estómago protestase con un rugido hambriento, pero seguro que también estará repleto de despertados.

 No podemos arriesgarnos respondió Relsiin, habrá que aguantar hasta que lleguemos a los barcos.

Mientras se escondían detrás de un árbol de hojas viejas, una voz resonó por todo el pueblo e hizo eco en el cauce:

 ¡Atención a todos los ciudadanos! ¡Aquel que hable o sea sospechoso de colaborar con los lanceros del sol será apresado, ejecutado e interrogado en ese orden!

Al cruzar por debajo el primer puente vieron que el agua volvía a correr por el cauce. Algunas jacarandas dormían alrededor con sus ramas temblando por la fuerza del viento. Las aventureras pisaron el agua con sumo cuidado para no chapotear ni hacer ruido. Si lo hacían, no sólo los despertados que vigilaban el pueblo las verían, sino también las jacarandas que permanecían semienterradas en la orilla. El más mínimo ruido las delataría. Dante gruñó a las plantas móviles, pero Alma de Escarcha lo calló rápidamente.

Pasaron por debajo del segundo puente y no pareció que nadie se hubiese percatado de su presencia. Al tratarse de un cauce profundo y rodeado de acantilados, no podían ver si habían despertados vigilando el camino por arriba, pero tampoco escuchaban ninguna alarma, por lo que tenían que hacer un acto de fe y confiar en que a nadie se le ocurriese mirar abajo.

Fueron pisando despacio y suavemente con sus botas deslizándose por la inmóvil agua y se fueron alejando del pueblo hasta cruzar un tercer puente. Cuando llegaron al otro lado, la tierra se empañó y el olor del alquitrán mezclado con ceniza sustituyó completamente al de la podredumbre. Ante ellas se impuso una fortaleza colosal conectada a tres puentes arqueados y protegidos por torres masivas. Los muros estaban formados de piedra y huesos gigantescos que hacían de defensa contra invasiones mientras unas calaveras con forma de animal advertían a los que se acercaban con sus ojos emanando una luz verde corrupta, como si fuesen antorchas de muerte. Su alrededor estaba contaminado por alquitrán puro e incluso algunas burbujas de aire se habían solidificado al entrar en contacto con el agua, formando globos en el suelo. El rio era pringoso y los pies de las aventureras se pintaron con un aceite negro. La mera presencia de la fortaleza denotaba un atisbo de opresión y muerte y su inmensidad era tal que el humo que desprendía de los muros era capaz de ocultar las estrellas del manto de la noche.

 Gandara, la fortaleza de la luna. anunció Nairin.

 Pues será una luna podrida. añadió Alma de Escarcha mientras mantenía su mano presionando la herida de su brazo. Qué peste hace aquí.

Salieron del rio abandonado, dejando un rastro de aceite en la tierra y rodearon la fortaleza sin acercarse demasiado. Nairin conocía el camino y recorrieron un campo poblado por palmeras y puntas de hueso por igual hasta llegar a una altísima montaña de rocas.

A la izquierda vieron algo que no habían visto en semanas:

El mar.

Anduvieron por la orilla, subiendo por las rocas de la montaña. Un poco más allá vieron una pequeña flota de barcos atracados en las inmediaciones y con las velas desplegadas. Todos estaban demasiado lejos como para incluso llamarles, pero había uno en concreto que atracó justo en la orilla. El navío era largo pero pequeño en comparación al resto. Con 18 cañones en los lados, sus velas eran blancas y en la proa había la figura dorada de un dragón rugiendo a quienes se interponían en su camino, además de un espolón pronunciado hecho de metal.

Un hombre estaba en la orilla hablando con un grupo de tripulantes que se pusieron a cubierto cuando uno de ellos señaló a las aventureras. El hombre se quedó parado en medio de la zona e hizo una ridícula demostración de artes marciales con los brazos.

 ¡Juro por vuestro rey que no sé nada más!

 ¡No somos siervos de Joko! exclamó Relsiin.

 Gracias a los seis, el hombre se relajó y bajó los brazos, no hubiese aguantado otra de sus interrogaciones.

El grupo se acercó al hombre y éste se presentó como Haravik. Tenía la piel oscurecida por la constante exposición al humo de Gandara y su ropa a rayas presentaba unos descoloridos tonos rojos y azules. Los tripulantes que se habían puesto a cubierto salieron de sus escondites y algunos subieron al barco por una plancha que habían colocado.

 ¿Qué ocurre aquí? preguntó Nairin.

 Os diré lo que pasa. Llevo quince años al servicio de Joko. Quince años navegando por toda Elona haciendo de recadero, y cuando asesinan al capitán Malama ¿a quién acusan primero? ¡a mí!

 ¿Han asesinado al capitán de un barco?

 Al de “Sol Eterno” precisamente. Se ve que alguien lo ha matado y se ha hecho pasar por él para robar el barco. ¿Pero sabéis por qué ha muerto? ¡Porque me debía oro! Pero claro, como está muerto ya no tiene por qué devolvérmelo. Ojalá le despierten, ¡porque pienso patear su culo momificado hasta que me lo devuelva moneda por moneda!

Las chicas se miraron entre ellas, confiadas en la respuesta que tenían en mente. Sheik era el responsable, había matado al capitán de un barco, usó sus dotes de hipnotizador para embaucar a su tripulación y se dirigió a Istan. Necesitaban llegar hasta él antes de que pudiese abandonar Elona y perderle de vista para siempre.

 ¿Nos podrías llevar a Istan? preguntó Relsiin.

 Claro, y de paso os regalo mi barco y os hago un masaje en los pies de cada una antes de que me arresten y me maten. ¿Por qué tendría que llevar a cuatro extranjeras y un lobo a la isla más despertada del mundo?

 Sabemos quién es el asesino. Se llama Sheik y se dirige a la isla para huir de Elona. Si le capturamos a tiempo, podrás probar tu inocencia y ser libre.

 Sheik qué más.

 Sheik… ¿Melón? Nairin se dio cuenta que después de tanto tiempo, se había olvidado de su apellido. Se giró a sus compañeras y comenzaron soltar nombres. El capitán las miró de reojo y arqueaba una ceja cada vez que escuchaba un nombre que no era, … ¿Pelín?


 No, no. Era Pelvis. soltó Alma.

 Eso es un hueso, idiota la nigromante estuvo reflexionando hasta que por fin se le iluminó la cabeza y su voz superó a la de sus compañeras. ¡Melvin! ¡Se llama Sheik Melvin!

 Bien… y por qué debería confiar en vosotras.

 Porque a no ser que te guste que te arranquen los órganos y huelas a alquitrán para toda la eternidad, no te queda otra alternativa que ayudarnos.

Haravik miró incómodo a su tripulación y éstos miraron en otra dirección, desentendiéndose del problema.

 E-está bien, os llevaré. Pero con la condición de que me traigáis al asesino y cinco mil monedas de oro.

 ¿Qué oro?

 Vale, sólo al asesino. El capitán Haravik se dio la vuelta y subió a la mitad de la plancha que conectaba el barco con la orilla. ¡Sed bienvenidas al “Goliath”, el navío más rápido de Elona!

 ¿Puedo preguntar si tenéis medicinas? dijo Alma de Escarcha mientras enseñaba su brazo herido a Haravik. Éste no pudo esconder una mueca de asco e intentó disimular fregándose la boca con la manga de su camisa de rayas.

El capitán alzó la voz por la distancia entre él y las chicas.

 Algo tendremos en la bodega. ¿Algo más?

 ¿Tenéis comida? quiso saber Nairin.




  
El Dominio de Kourna quedó atrás, perdiéndose de la vista de todos los tripulantes del navío. El mar estaba tranquilo, durmiendo bajo las tenues luces de las estrellas que cubrían la fría oscuridad de la noche y mostraban el camino al Dominio de Istan con sus constelaciones al timonel del barco.

Relsiin posó las manos en el bordillo y contempló la infinidad del océano mientras se adaptaba al balanceo del buque y su cabello seguía la dirección del viento. Alma de Escarcha salió a cubierta para tomar el aire y vio a la ladrona allí parada. Tras un rato pensándolo, decidió acercarse.

Sus pasos fueron lo bastante sonoros para interrumpir el silencio de la noche. Relsiin giró la cabeza y le hizo un saludo a la norn. Alma de Escarcha imitó a la humana y posó su brazo sano al bordillo.

 El capitán ha dicho que llegaremos al atardecer si el viento sigue siendo favorable. ¿Cómo está tu brazo?

 Mejor, me han dado medicinas para la fiebre y me han desinfectado la herida. Alma abrió y cerró la mano de su brazo herido en un intento de demostración de que se sentía mejor. Me sigue doliendo, pero creo que podré usar mi arco otra vez.

Relsiin sonrió, pero no duró mucho y se puso seria de nuevo.

 Alma, ¿qué harás cuando todo esto termine?

 ¿Yo? Irme de este sitio, estoy cansada de tanta arena y no-muerto intentando asesinarnos.

 ¿Y si no lo conseguimos? Estamos yendo a una isla acorazada. Es posible que fracasemos o… no volvamos.

 Pues… supongo tendré que esforzarme para que eso no pase. No voy a permitir que el imbécil de Sheik se salga con la suya. Tú tampoco deberías, así que mantente viva cuando llegue el momento. ¿Vale?

 No prometo nada, pero lo intentaré. respondió con una sonrisa y ésta vez tardó en desaparecer de su rostro.

Las dos se quedaron mirando el horizonte mientras el barco se deslizaba suavemente por el mar.




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