Perdidos en el desierto. Capítulo 8 + Epílogo

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Capítulo 8: Última Parada


Index de capítulos:

.Capítulo 2: Captores
.Capítulo 3: En busca de un imprudente
.Capítulo 4: Perseguidos
.Capítulo 5: Desolación en la Desolación
.Capítulo 6: A Contrarreloj
.Capítulo 7: El peor desierto
.Capítulo 8: Última Parada + Epílogo





La madera del navío crujía cada vez que una ola la golpeaba con un embiste de agua salada. Los marineros corrían de un lado para otro, izando velas, puliendo los cañones y limpiando la cubierta con trapos muy parecidos a la ropa que llevaban. El ambiente era sosegado, pero se respiraba un aire de inquietud y nerviosismo a cada legua que se acercaban a su última parada.

Uno de los marineros fijó su vista al mar y alzó la voz desde el mástil más alto del barco.

 ¡Tierra a la vista!

Todos pararon de hacer las tareas que les habían asignado y se acumularon en los lados del barco. Arbelma, que estaba paseando por la cubierta y entrenando con la tosca espada despertada, fue la primera en asomar y ver la fatídica isla de Istan. Una niebla cubría lo que parecía una ciudad amurallada y cubierta de pinchos. Arbelma se preguntó qué clase de obsesión tenía Joko con poner pinchos y huesos a los edificios, pero a medida que se acortaban las distancias, dejó ver unos muelles altamente protegidos por cañones que apuntaban en su dirección.

El capitán Haravik se coló entre los tripulantes a codazos y llegó hasta el borde. Desplegó un catalejo tan largo que se curvó un poco cuando posó su ojo en la mira, torció una sonrisa temblorosa y volvió a plegar el catalejo.

 Paladawan, lugar perfecto para pasar unas vacaciones en la ciudad más ‘Jokosa’ del mundo.

Relsiin no tuvo suerte en aprovisionarse en el barco. Sólo le quedaban dos balas para el rifle y suficientes en las pistolas para un par de salvas. Tenía que ahorrar munición si quería acabar con Sheik y reservó esas dos últimas balas para él. Salió de los camarotes, seguida de Alma de Escarcha y finalmente de Nairin, que apareció mordisqueando el hueso de una pata de pollo.

Todos los que estaban en el barco ahora se encontraban en cubierta observando su próxima parada.

 ¡Mirad! Exclamó uno de los marineros. ¡Es el “Sol Eterno”!

Un barco con las velas plegadas reposaba en los muelles de Paladawan. A simple vista era muy parecido al “Goliath”, pero era más ancho y su proa era más redonda. Tampoco lograban ver a nadie en la cubierta.

 Ahora, ¿qué? preguntó Alma de Escarcha.

 Ahora os doy una palmada en el hombro, si es que llego al tuyo, comentó el capitán Haravik refiriéndose a la altísima altura de la norn, y os deseo buena suerte para que me traigáis al impostor. Nairin se acercó al grupo y Haravik se fijó en ella, soltando una pequeña risilla. Mira, al suyo sí que llego.

 Ahora en serio.

 Está bien, ‘alma’ de la fiesta. No os puedo dejar en Paladawan, sería un suicidio. Os dejaré lo más cerca posible. Capturáis al impostor y os recojo en la misma orilla, ¿os parece?

 ¿Y qué hay de los despertados?

 ¿Quién? Yo he cumplido mi parte, ahora cumplid con la vuestra.

Rodearon la costa bajo la constante vigilancia de los cañones de la ciudad y se dirigieron al norte. Por mucha rabia que les diese tener la ciudad a tan poca distancia, los cañones los pulverizarían a todos antes de poder siquiera acercarse a los muelles. Tenían que pensar en otra forma de entrar.



Si el capitán no hubiese dicho que tenía un bote de remos para acercarse a la isla, ninguna de las presentes lo hubiera encontrado nunca, pero más que un bote era más bien una canoa estrecha y quebradiza. Fue la pura voluntad de los dioses que no se hubiese roto en medio del agua y obligarlas a nadar lo que quedaba hasta la orilla. Afortunadamente, llegaron a un muelle donde algunos aldeanos pescaban y desembarcaron con muchas ganas de salir de la canoa.

El muelle era insignificante en comparación con el de Paladawan. Un pequeño barco de pesca estaba atracado al otro lado de los tablones del muelle mientras un par de pescadores descargaban el pescado. Pero algo en ellos no les terminaba de cuadrar. Sus movimientos eran nerviosos y a veces incluso torpes, de no ser por su piel acostumbrada al sol y sus dedos callosos, podrían pasar por novatos que se iniciaban en el arte de la pesca.

Cuando cruzaron la entrada al muelle y pasaron al lado de dos estatuillas pequeñas de Joko, se dieron cuenta que lo que incomodaba a los pescadores no era su propia presencia, sino la de un ejército acampado a las puertas de Paladawan. No parecían despertados, no había rastro de estandartes del liche ni de muertos vivientes. En su lugar, sus estandartes tenían el dibujo de un esplendoroso sol y las armaduras de los guerreros tenían tonos muy claros.

Uno de los soldados las divisó y se acercó a ellas. Su armadura de malla era dorada y en su espalda portaba un mandoble gigantesco casi tan largo como él.

 No parecéis siervos de Joko, ¿quiénes sois?

 Venimos de muy lejos y necesitamos entrar a Paladawan. Relsiin habló la primera, Arbelma, Nairin se colocaron a su lado y Alma de Escarcha detrás. Su altura superaba al resto con creces, por lo que no perdía ningún detalle de la zona.

 Venís en el mejor momento posible contestó el soldado, Paladawan ha sido siempre una ciudad hermética y ha matado de hambre a los que no forman parte de ella. Pero esta noche atacaremos la ciudad y haremos justicia de una vez por todas.

 ¿Sois Lanceros del Sol? preguntó Nairin.

 Así es, pequeña. Si vuestra misión es entrar en la ciudad, unamos fuerzas.

Relsiin se giró para comprobar a sus compañeras. Sabían que Sheik se encontraba en la ciudad, pero el miedo de que escapase antes del ataque le provocó un escalofrío que subió por toda la columna. Aun así, no veía otra forma de entrar, y mejor que lo hicieran apoyadas por un ejército que las cuatro solas.

 Está bien. Os ayudaremos.





Justo cuando el sol se escondió por el horizonte, los Lanceros del Sol se lanzaron al ataque y asediaron las puertas de la ciudad. Los despertados la defendieron con todo lo que tenían, pero rápidamente se vieron sobrepasados en número y la entrada cedió ante el poder de las armas de asedio de los Lanceros.

Las puertas estaban abiertas y un ejército de soldados cargó hacia el interior bajo gritos de guerra y cánticos de venganza. Los despertados estaban desorganizados y fueron cayendo bajo el firme acero Eloniano.

Las cosas no pintaban bien para los siervos de Joko.

Sheik observó el campo de batalla desde lo alto de un edificio de dos plantas. El navío que se le había prometido no llegaba y Paladawan estaba bajo asedio. Sus planes se habían trastocado y los nervios afloraron al mismo ritmo que las llamas engullían la ciudad.

 ¡Maldita seas, monstruo! Gritó Sheik. ¿Dónde está mi transporte?

No obtuvo ninguna respuesta más que los sonidos de la batalla que se libraba en las calles y los gritos de los que morían. Miró una vez más el mar con la esperanza de ver algún barco acercándose, pero no fue así.

Una bola de fuego impactó en la pared de la planta de abajo e hizo temblar los cimientos del edificio. Sheik asomó y bajó la mirada. Se había formado un boquete y el fuego invadió el interior de la casa. Suspiró de decepción y se teletransportó en un abrir y cerrar de ojos al tejado de otro edificio, y luego, al interior del templo de Joko. Anduvo un rato, impaciente por culpa de un transporte a Tyria que no había llegado ni parecía tener ninguna intención de hacerlo.




 Todo por esta estúpida corona.

 Esa corona es la que mantiene con vida a Cellica. Deshazte de ella y yo me desharé de ella.

 ¿Ahora sí me hablas?

Una figura se materializó a su lado y Sheik se dio la vuelta. La sombra que hablaba con una multitud de voces al unísono le observó con sus ojos inexistentes y agitó la cabeza erráticamente de un lado para otro.

 Tu progreso ha sido lento… pero adecuado. Tu transporte llegará en breves y podrás dejar Elona atrás para siempre.

 ¡Estoy harto de tus juegos! ¡Quiero que me devuelvas a Cellica ya!

 Cuando me entregues la tiara, lo que quede de ella será tuya.

 Serás…

Su instinto le avisó de un peligro inminente y se dio la vuelta justo cuando una bala voló directamente a su cabeza. Pero cuando impactó en la frente, su cuerpo se rompió en pedazos y su cuerpo se quebró como una figura de cristal. Sheik se teletransportó unos pasos atrás y sustituyó su cuerpo por el de una ilusión. A la otra punta vio a alguien que no había visto en días: Una mujer con el cabello blanco y armada con dos pistolas, seguida de una sylvari azul, una gigante norn y una pequeña pero gruesa asura.




 ¡Relsiin, cuanto tiempo! su rostro era serio y no mostró ni un ápice de alegrarse de verlo. ¡Habéis venido todas! Pero faltaba alguien en ese grupo. ¿Y Actheon?

 Tu viaje acaba aquí, traidor. exclamó Relsiin.

 Queridas, tuve que hacerlo, no tenía otra opción.

 Pues ahora tienes otra: entregarnos el artefacto y también tu cabeza. amenazó Alma de Escarcha con el arco levantado y listo para disparar.

Sheik sacó de su bolsillo la tiara del hechicero. La magia de hematites fluyó por su brazo y se enrolló hasta el codo como si fuese un tentáculo de energía rojiza.

 ¿Te refieres a esto? Me temo que no puedo, la necesito.

 Sheik Nairin se adelantó unos pasos con una voz más calmada pero igual de firme, sé para quién trabajas. Lo que sea que ella te haya prometido no lo va a cumplir.

 ¡No tienes ni idea! rugió el hipnotizador con una voz agravada. Sus ojos dejaron ver unos trazos de energía roja, resultado de haber estado expuesto a la magia de la tiara.

 Oh no… soltó Arbelma, se ha potenciado con la tiara.

Alma de Escarcha disparó una flecha que fue directa al corazón de Sheik, pero su cuerpo cambió de fase y el proyectil lo atravesó como si fuese una cascada de arena. La flecha perdió fuerza y cayó al suelo. Sheik no pareció tener intención de entablar combate con ellas, pero el ataque de Alma le indicó al hipnotizador que tampoco tenían ninguna de dialogar.

 Muy bien.

Sheik invocó con su báculo un pozo gigantesco que cubrió el pasillo del templo, se levantó y se transformó en una tormenta de magia corrosiva. El grupo se dispersó y se apartó de ahí, pero el estrecho espacio no les dejaba margen para esquivarla y tuvieron que esconderse detrás de la fila de estatuas de Joko que guardaban el pasillo levantando sus báculos. Nairin invocó otra tormenta, ésta vez de arena y azufre para contrarrestar el conjuro del hipnotizador, las dos tormentas se mezclaron y compitieron entre sí para ver cuál era la más poderosa. Los objetos y muebles que había en el templo sufrieron las consecuencias y salieron volando en todas direcciones, estrellándose y rompiéndose en miles de astillas.

Nairin invocó un pozo que se tragó las dos tormentas y vació el pasillo. Sheik permaneció de pie y apuntó con el dedo a la asura. Cuando se dio cuenta, una versión de sí mismo armado con una espada apareció a sus espaldas y trató de apuñalar a la nigromante. Pero Alma de Escarcha reaccionó a tiempo y rompió la ilusión disparando una de sus flechas y salvando a Nairin.

 ¡No vais a impedir que vuelva, ni tú ni nadie! exclamó Sheik.

Arbelma apareció a sus espaldas, como si hubiese imitado a la ilusión y esbozó la espada despertada a la altura de su cuello. Pero la espada, en lugar de cortárselo, lo atravesó sin oponer resistencia y Sheik la golpeó con un revés de su brazo imbuido con su energía mágica. Al estar potenciado, Arbelma salió volando unos metros, pero se equilibró con una pirueta hacia atrás y cayó con las piernas dobladas. Lejos de parecer herida, la sylvari le mostró una sonrisa maliciosa.

 ¿Se te ha perdido algo?

Sheik se miró la mano y se dio cuenta que la tiara ya no estaba en sus manos. La sylvari le enseñó el artefacto que tenía en sus manos como si fuese un trofeo de guerra.

Pero el hipnotizador le devolvió la sonrisa con una más perversa.

 Me parece que no.

Arbelma se quedó pálida y miró la tiara que supuestamente le había arrebatado. No era más que una ilusión. Entonces, el falso artefacto explotó y Arbelma soltó un grito de dolor que no se escuchó por el estallido. La sylvari trató de mantener el equilibrio. De su brazal izquierdo sólo quedaba el recuerdo y su brazo estaba ennegrecido mientras un rastro de humo salía de su brazo. Sheik pasó a estar de unos metros de distancia a un palmo de ella en un abrir y cerrar de ojos. Agarró a Arbelma por el cuello y la impulsó hacia adelante con una fuerza descomunal, luego conjuró un hechizo y la volvió a lanzar hacia él. Hizo uso de su magia para transportar a la sylvari de un lado para otro del pasillo, chocando contra las paredes y muebles.

Relsiin levantó sus dos pistolas y apuntó al hipnotizador, pero antes de poder apretar uno de los gatillos, otro Sheik apareció por detrás y empezó a estrangularla con un hilo invisible. Alma de Escarcha lo vio, pero no podía disparar. Los dos se movían mucho y con el brazo herido no podía confiar en su precisión. Así que ordenó a su lobo que se abalanzase contra él. Dante se lanzó impulsándose con sus patas traseras y clavó sus colmillos en los ojos de la ilusión, rompiendo su cabeza y liberando a Relsiin del forcejeo mientras los cristales ilusorios que interpretaban a Sheik caían a su alrededor.

Justo cuando tuvo a Sheik a tiro, una bola de fuego atravesó la pared del templo y reventó justo encima del traidor y Arbelma. El fuego las deslumbró y un humo negro envolvió al instante el templo en una turbia oscuridad.

 ¡Maldita sea! gritó Alma de Escarcha.

 ¡Arbelma!

Un montón de escombros cayeron y bloquearon el pasillo. La zona fue invadida por un silencio que solo se interrumpió por las ascuas que crecían por las paredes y consumían los estandartes con el símbolo de Palawa Joko. Arbelma y Sheik estaban atrapados dentro y las aventureras no oían a ninguno de los dos hacer el más mínimo ruido.

Nairin corrió y soltó una maldición tras otra con su cetro para corroer los restos mientras que Alma de Escarcha los apartaba piedra por piedra con su brazo sano. Ninguna de las dos dijo nada, estaban demasiado concentradas en despejar el camino.

Relsiin, sin embargo, quedó en shock, tratando de asimilar lo ocurrido con una cara incrédula. Se acercó con las pistolas aun cargadas, esperando a que Arbelma saliese por algún recoveco y mostrase una apaleada sonrisa de victoria. O, en el peor de los casos, saliese Sheik y pudiese descargar sus pistolas en él.

Sabía que al menos uno de los dos tendría que haber sobrevivido, la pregunta era cuál.

Unas piedras empezaron a moverse. Las chicas se detuvieron y miraron en esa dirección. Alma de Escarcha había soltado el arco cuando fue a quitar los restos, pero lo volvió a coger con cuidado y se preparó para recibir a quien saliese de ahí con una flecha lista. Nadie dijo nada y esperaron en silencio.

Tras un rato abriéndose paso, un guantelete blanco y negro asomó y apartó la última piedra que le bloqueaba. Las armas de Relsiin, Nairin y Alma de Escarcha bajaron al instante cuando salió una cabeza azul cubierta de hojas del mismo color.

 ¡Arbelma, sigues viva!

Relsiin corrió a por ella mientras su compañera se arrastraba por los escombros y se levantaba por su propio pie. No parecía tener ninguna herida grave y su energía jovial no encogió ni un ápice.

 ¿Dudaste de mí?

 Sólo un poco. Bromeó Relsiin mientras inspeccionaba a la sylvari por si tenía alguna herida. ¿Y Sheik?

 Muerto, los restos lo han aplastado.

 ¿Estás segura?

 Lo he visto con mis propios ojos, querida. Uno no sobrevive a eso.

Ese “querida” le provocó un escalofrío. De repente, las dudas se apoderaron de ella. Arbelma estaba demasiado sana pese a haber sobrevivido. No tenía heridas en la cara y parecía más enérgica que nunca. Algo no le cuadraba.

Tenía que asegurarse.

 ¿Cómo está tu herida del pecho? Mintió Relsiin, ¿se te ha vuelto a abrir?

 No, estuvo a punto, pero no se ha abierto. respondió Arbelma con una sonrisa.

Relsiin empalideció, pero mantuvo la compostura para no levantar sospechas. Miró a Alma de Escarcha y ésta tradujo su expresión a la perfección. Nairin se acercó discretamente a los escombros, alejándose de la visión de Arbelma y se adentró en el agujero por el que había salido la sylvari sin que se diera cuenta.

 Volvamos a los muelles, hay que salir de aquí antes de que se venga abajo el templo. añadió Arbelma.

 Claro, vámonos de aquí.

Arbelma avanzó a paso ligero y se dirigió a la salida, pero ninguna de sus compañeras la siguió y fue ralentizando sus pasos hasta detenerse. Se giró extrañada, como si no supiera lo que ocurría.

 ¿Qué pasa? ¡No podemos perder el tiem-…!

Relsiin disparó con una de sus pistolas y la bala alcanzó a Arbelma en el abdomen. La sylvari se dobló y gritó de dolor mientras se llevaba las manos a la herida. Alma de Escarcha disparó una flecha, pero Arbelma estaba de frente y vio cómo tensaba el arco y soltaba la metálica cuerda. Cuando llegó la flecha, la bloqueó con un escudo ilusorio y el proyectil rebotó a un lado con un agudo chirrido metálico.

Arbelma esbozó una sonrisa perversa.

 Chica lista…

Relsiin descargó sus pistolas en una incesante salva de balas contra la sylvari. El rugido de sus armas tapó el grito de guerra que soltó Relsiin mientras apretaba los gatillos una y otra vez. “Arbelma” se teletransportó de un lado para otro, esquivando los proyectiles y dejando un rastro de magia hipnótica tras de sí. Relsiin siguió disparando con la esperanza de darle, pero sonó el primer chasquido de su arma seguido del chasquido de la otra. “Arbelma” se detuvo y pasó a la acción.

Se teletransportó, colocándose delante de ella y le propinó un golpe a la cabeza con su báculo, tumbándola por la fuerza de la asta. Alma de Escarcha disparó una flecha que atravesó suavemente a “Arbelma” y se clavó en la pared. Su lobo, Dante, se lanzó a por ella, pero invocó un portal que engulló al animal y lo hizo aparecer de nuevo en lo alto del techo y suspendido en el aire.

 ¡Dante!

El animal cayó en picado y soltó un aullido de socorro. Alma de Escarcha arrojó el arco al suelo y estiró los brazos para agarrar al animal. Logró cogerlo en sus brazos, pero la velocidad y el peso del lobo hicieron que soltase un quejido por el brazo enfermo que tenía. “Arbelma” aprovechó la ocasión, se impulsó para dar un salto y le dio una patada en la ingle de la norn. Alma se vio desarmada e indefensa frente a la falsa sylvari que aprovechó y le lanzó una descarga mental que la dejó aturdida en el suelo.

Con las dos adversarias fuera de combate, Sheik se sintió victorioso y extasiado. Aún transformado en la sylvari, estiró los brazos, dejando ver la tiara que tenía en la mano y respiró profundamente. Se sentía tan bien que bajó la guardia y se rió nerviosamente.

Pero su victoria duró muy poco.

Notó un doloroso pinchazo en su hombro derecho que lo desequilibró. Dirigió su mano en la herida y palpó la hoja de un cuchillo arrojadizo. Cuando quiso darse cuenta, la auténtica Arbelma se abalanzó sobre él y esgrimió su espada con rapidez. “Arbelma” esquivó los primeros ataques, pero no pudo evitar recibir una patada en el costado que lo dejó sin respiración. Tanto Relsiin como Alma vieron a dos Arbelmas luchar entre sí, la imitación era tan real que no hubieran sabido diferenciarlas si no fuese por las armas que usaban.

“Arbelma” se teletransportó hasta la entrada para escapar del combate, pero unas garras salieron del suelo y le agarraron por las piernas con afiladísimas uñas.

 ¿A dónde crees que vas? dijo Nairin mientras ayudaba a Relsiin a levantarse. Su cetro tenía un brillo en la punta que se fue apagando poco a poco, signo de que lo acababa de usar.

Ahora el grupo tenía la ventaja y Sheik estaba atrapado bajo el aferramiento espectral de Nairin. Relsiin se alegró de ver a la auténtica Arbelma viva y lista para luchar. Pero lejos de rendirse o de hablar con comentarios sarcásticos, el rostro de Sheik denotaba una ira incontrolable, una rabia que creció por momentos y un aura rojiza que cubrió todo su cuerpo.

Estiró los brazos y se formó un pozo que cubrió el suelo del templo de un color morado. Un remolino mágico las succionó a todas en un instante y de repente aparecieron en el aire a la luz de la noche estrellada. Alma pensó que las había transportado a lo alto del techo como hizo con Dante, pero apenas cayeron tres segundos y aterrizaron en una especie de tejado con agua.

 ¿Dónde estamos?

 Creo que es el tejado del templo. respondió Nairin.





Se fueron levantando bajo quejidos de dolor y apareció Sheik al otro lado en su aspecto original. Su físico era muy diferente a como estaba al principio. Era más grande, casi a la misma altura que Alma, su musculatura había aumentado y su ropa se había rasgado al adaptarse a su nueva forma. Sus manos y ojos emanaban una niebla roja que flotaba sobre el agua como si se tratase de niebla.

 Madre pálida, tembló Arbelma, se ha perturbado con la magia.

 ¡Se ha inflado como un maldito globo!

 ANTES NO TENÍA INTENCIÓN DE HACEROS DAÑO, ¡PERO SI TENGO QUE MATAROS PARA SALVARLA, QUE ASÍ SEA!

Su voz era antinatural, distorsionada y llena de rabia. Sheik apretó los dientes y sangró por la boca, pero la sangre se evaporaba al contacto con el aire y desaparecía como un aliento funesto.

 ¿Cómo lo matamos ahora? preguntó Relsiin en alto, esperando a que alguna de sus compañeras supiese la respuesta.

Sheik invocó imitaciones de sí mismo que rodearon a todo el grupo.

 Carguémoslo con más magia. respondió Arbelma.

 ¿Te has vuelto loca? ¿¡Quieres que arrase toda la isla!?

 ¡Confía en mí, sé de lo que hablo!

El grupo se dispersó y trataron de salir del círculo de Sheiks perturbados. Relsiin esquivó los golpes de las siluetas y se deslizó por el agua con elegancia. No sabía cuál de ellos era el verdadero, así que sacó su daga de la cintura y les cortó el talón a dos de las figuras, se rompieron en mil pedazos cristalinos y desaparecieron. Alma de Escarcha recuperó su arco y disparó a dos siluetas más, rompiéndose y desvaneciéndose. Nairin, por su parte, abrió una brecha al reino del tormento y corrompió las ilusiones restantes, derritiéndolas por la presencia del azufre.

El verdadero Sheik apareció en medio del grupo y pasó la mano por el suelo. Allá donde tocaba, un rastro de corrupción roja cubría las baldosas del tejado y evaporaba el agua. Las chicas esquivaron sus ataques, pero el hipnotizador empezó a hacer gala de su fuerza bruta. Cargó contra Nairin y la golpeó con el revés de su mano, lanzándola como una pelota y hundiéndose en el poco profundo camino de agua. Relsiin intentó apuñalar a Sheik por la espalda, pero éste se giró y le propinó una patada que la mandó junto a la asura. Arbelma se deslizó por el agua, colándose por debajo de sus piernas y le dio un tajo con la espada. No sangró, y en su lugar salió un vapor rojo. El hipnotizador trató de agarrar a Arbelma, pero logró esquivarlo y se alejó de él.

 ¿Eso es todo lo que puedes hacer con esa magia? Se burló Arbelma. ¡No llegas ni a la suela de los zapatos!

Sheik volvió a apretar los dientes y se infundió otra vez con la magia de la tiara. Su tamaño volvió a aumentar y sus ataques eran más fuertes. Con un solo puñetazo al suelo, la piedra quebró y el agua comenzó a filtrarse por las brechas y cayó al interior del templo.

Alma de Escarcha le disparó tres flechas a la espalda de Sheik. Ya ni se molestaba en esquivar y no le hizo caso a los proyectiles hasta que la tercera se clavó en el mismo punto que la primera. Levantó el báculo y lo bajó en dirección a la norn. Ya era más grande que ella y forcejear mano a mano con él era una estupidez. Dio una voltereta para esquivar el golpe y Sheik hizo que temblasen los cimientos del templo de la fuerza con la que estrelló el báculo.

La idea estaba dando resultado. Sheik, frustrado por las esquivas aventureras, volvió a infundirse con la magia de la tiara. Soltó un grito de rabia que sonó por toda la ciudad y causó que la batalla que se estaba librando a sus pies se detuviese durante unos instantes para seguir después con la lucha.

Pero su reacción fue diferente, en lugar de atacar ciegamente como antes, miró desconcertado a su alrededor. Empezó a toser nerviosamente vapor rojo y sus venas, de color rojo vivo, brillaron como chispas. Sheik empezó convulsionarse de un lado para otro, como si intentase controlar la magia en el interior de su cuerpo.

Miró una última vez al grupo y una ola de magia inestable estalló a su alrededor, llevándose por delante a todos los presentes. El tejado del templo cedió finalmente y todos se vinieron abajo, uniéndose a la pila de escombros que había debajo de ellos y dejando al tempo en ruinas.

Las diminutas piedras cayendo de los escombros era lo único que escuchaban. Nairin abrió sus enormes ojos y miró a sus compañeras, que estaban tumbadas entre los restos del edificio. Relsiin estaba consciente y fue levantándose por su propio pie. Se topó con la asura, sus coletas se habían liberado y en su lugar una melena cayó hasta sus pequeños hombros. Su ropa estaba cubierta de polvo, igual que el resto de sus compañeras. Arbelma apareció cojeando y puso su mano derecha al hombro de Relsiin. Alma de Escarcha apartó una piedra que le bloqueaba el camino y se dejó ver.

Todas seguían vivas.

 ¿Y Sheik? preguntó Alma de Escarcha.

Un suave estallido mágico sonó delante de la destruida entrada del templo y Sheik apareció de golpe. Estaba magullado, destrozado por las múltiples heridas que le habían propinado las aventureras. Su ropa hecha jirones, Sheik aún se mantenía de pie, pero cuando avanzó tres pasos cojeando, se vino abajo y cayó de rodillas.

 Ha sido… divertido… pero ahora… he de coger un barco. Sheik jadeó a cada paso que intentó dar, pero el cansancio y las heridas le hicieron mella y se apoyó en lo que quedaba de la columna.

Relsiin sacó su rifle de la espalda y cargó una bala. Mientras se acercaba al hipnotizador, apretó la empuñadura con sus manos, deseosa de poder apretar el gatillo.

 Tengo dos balas reservadas para ti. Una para acabar contigo y otra para rematarte.

Sheik la ignoró y se pasó la mano por las heridas. La ropa le quedó holgada y mostraba su pecho vapuleado por el combate.

Relsiin llegó hasta la columna, agarró la cabeza de Sheik por el pelo y la levantó. El hipnotizador miró con suma tranquilidad a una Relsiin llena de ira y rencor. Alzó el cañón del rifle y le tocó la frente con el arma. Sus compañeras se reunieron su alrededor. Todas se pusieron a observar la escena sin decir una sola palabra mientras apretaba el arma con las dos manos.

 No tengo… tiempo para juegos. alcanzó a decir mientras esbozaba una débil sonrisa.

 Tú no te vas a ningún sitio.

Era la hora. Después de días enteros atravesando el desierto y de haber sufrido tanto por su culpa, su destino estaba en manos de Relsiin. Sólo tenía que mover un sólo dedo y todo habría acabado.

Relsiin apretó el dedo despacio. Escuchó el muelle del gatillo chirriando casi imperceptiblemente. Cuando lo prensó del todo, el sonido del disparo la ensordeció y se le quedó un pitido agudo que invadió sus oídos.

El disparo pilló a todas desprevenidas y dieron un salto de sorpresa.

En la frente de Sheik se mostró un agujero. La piel se quebró y sus contornos se quemaron. Sin embargo, el hipnotizador continuó sonriendo y miró a Relsiin con ojos temblorosos. Su cabeza se rompió como un cristal y solo quedó su boca. Su cuerpo fue quebrándose al mismo tiempo y se fue desvaneciendo en miles de mariposas ilusorias.

 Como dije… tengo un barco que coger…

Su cuerpo se desvaneció por completo, dejando a Relsiin con el rifle en las manos y a las demás boquiabiertas. Relsiin asimiló lo que acababa de ocurrir. La frustración se apoderó de ella y gritó de pura rabia. Empezó a golpear la columna usando el rifle como si fuese un garrote en un vano intento por desahogarse, rompiendo un trozo de la piedra tras una serie de golpes.

Nairin se acercó a Relsiin y le agarró el brazo derecho. No tiró de él ni lo apretó, tan sólo puso su grisácea mano justo por encima del hombro de la ladrona. Relsiin se detuvo y dirigió su mirada a los ojos compasivos de la asura.

 Esto no ha terminado murmuró Relsiin entre dientes, ¡A los muelles, rápido!

Paladawan era un campo de batalla. Los Lanceros del Sol habían arrasado la mitad de la ciudad y los cuerpos inertes de despertados y lanceros cubrían unas calles abrigadas por el fuego de la batalla. El grupo recorrió los callejones en dirección al mar, esquivando las escaramuzas que se libraban a cada rincón. No era su guerra, no tenían tiempo para ayudar. Cualquier camino donde tenían que desviarse las hacía perder tiempo. Un tiempo tan preciado como el oro para un ladrón.

A Relsiin le quedaba una última bala. Estaba decidida a dársela a Sheik costase lo que le costase. Si hubiese podido marcar su maldito nombre en ella lo habría hecho encantada. Lo único que le importaba era acabar con él y con toda esta locura que él mismo había creado.

Las casas y las torres que protegían la ciudad de un ataque por mar con sus cañones se mostraron cuando doblaron la última esquina. El grupo estaba magullado, por lo que su velocidad era muy baja, pero también era la de Sheik. Estaban en una persecución de desgaste donde el que más aguantase sería el vencedor.





Finalmente alcanzaron los muelles y vieron la figura de Sheik en el borde. Un galeón sin bandera apareció de la nada y fue recorriendo los muelles sin detenerse. Era el doble de grande que el “Goliath” y poseía muchos más cañones. No tenía ninguna intención de atracar. Sheik no se percató de la presencia de las aventureras y dio la espalda a la ciudad.

Si tenía que disparar, éste era el mejor momento.

Relsiin dobló una rodilla y apuntó con su rifle a la espalda de Sheik. Su mira telescópica estaba rota y no le servía de nada, por lo que inclinó el arma y apuntó usando la punta del cañón.

Apretó el gatillo y la bala salió disparada hacia Sheik, dándole justo en la columna. El hipnotizador se inclinó para encajar el impacto y se rompió en miles de cristales, transformándose en un enjambre de mariposas y desapareciendo de su vista.

 ¡Maldita sea! chilló Relsiin.

 El grupo se acercó al borde y miraron al galeón en busca del hipnotizador. Su cabeza asomó desde la cubierta, se encontraba demasiado lejos, pero su sonrisa de victoria llegó hasta ellas.

Habían llegado tarde. Sheik había subido al navío.

Alma de Escarcha disparó un par de flechas haciendo uso de toda su fuerza al tensar. Las flechas impactaron en la popa del barco y los tripulantes soltaron una risilla que se oyó a lo lejos.

El galeón desapareció de su vista y la noche ocultó su rastro para siempre.

Habían llegado tarde.



A bordo del “Goliath” los ánimos estaban por los suelos. La tripulación se encontraba desanimada. Después de abandonar Paladawan en plena batalla, las aventureras volvieron al barco con las manos vacías y Haravik se llevó una enorme decepción por haber sido incapaces de capturar a Sheik. Sin embargo, aceptó llevarlas de vuelta a Amnoon, ya que no les quedaba nada que hacer aquí y él estaba en busca y captura por un asesinato que no había cometido.

El capitán se acercó a la proa del barco donde se encontraba Relsiin, Arbelma, Alma de Escarha y Nairin. Todas cabizbajas y sin decir ninguna palabra, Haravik se sintió en la necesidad de levantar los ánimos.

 ¿Ahora en qué aventura os meteréis? preguntó en alto.

 En la de volver a casa respondió Nairin, ¿Qué harás tú?

 Bueno, mientras Joko gobierne Elona no podré volver al continente hasta que deje el poder, o sea, nunca. ¿Sabéis si pagan bien en lo que llamáis Arco de León?

 Depende de lo que ofrezcas. respondió Arbelma.

 ¿Cuánto me darían por cuatro esclavas deprimidas? las chicas levantaron la cabeza y fulminaron a Haravik con la mirada. Si las miradas matasen, el capitán habría muerto cuatro veces antes de poder pestañear. ¡Era broma! Pero ahora enserio, ¿seguro que no queréis que os lleve a Arco?

 Tendríamos que parar en Amnoon y decirle a Rahim lo que ha pasado con la tiara. No vaya ser que envíe otra expedición después de nosotros. Si quieres esperarnos y llevarnos después, te lo agradeceríamos.

 ¿Me vais a pagar?

 No.

 ¿Voy a recibir algún beneficio?

 No.

 ¿Tengo otra opción?

 No.

Haravik dejó de hacer preguntas y suspiró.

 Bueno, siempre es mejor que me maten y me conviertan en alfombra andante.




Epílogo

La ciudad de Amnoon brillaba con la misma fuerza que al principio. A ojos de las aventureras, nada había cambiado y las calles estaban tan plenas de vida como siempre. Rahim recibió a las cuatro aventureras y cuando le explicaron todo lo ocurrido, se llevó las manos a la cabeza. Les ofreció habitaciones para que pudieran asearse, pagó diez monedas de oro a cada una de ellas para que pudieran costearse el viaje de vuelta a Tyria y nunca más volvió a hablar de la expedición del desierto. Lo último que les dijo fue:

 Buena suerte y buen viaje.

Nairin entró en su habitación con un montón de ropa y lo tiró sobre la cama. A diferencia del primer día en Amnoon, la habitación era muy tosca y apenas tenía un cambiador y una cama. No iban a quedarse a dormir, por lo que Rahim eligió las habitaciones más baratas que poseía.

Pero cuando se desabrochó el primer botón de su camisa, notó la presencia de una persona en uno de los rincones de la habitación. Nairin se giró y sacó su cetro para enfrentarse al intruso. El hombre ocultaba su rostro con una capucha negra y unos ropajes que seguían un patrón de color rojo y negro, similar a la Orden de las Sombras.


El desconocido estaba de pie y con los brazos cruzados, como si llevase bastante rato aguardando su llegada.

 Tienes amigos poderosos, nigromante. No muchos tienen contactos en la Orden de los Susurros.

Nairin se relajó y escondió el cetro.

 ¿Recibió la carta?

El hombre sacó de su túnica una carta sellada y se la entregó a Nairin. Abrió la carta haciendo un buen uso de sus afiladas uñas de asura y desplegó el papel en tres partes. Se sorprendió al ver que había escrita una única frase, pero su significado auguraba algo que temía y que deseaba con toda su alma que no ocurriese:

“Lossanne ha vuelto”





Comentarios

  1. OLALA! ME HA ENCANTADO ESTE ULTIMO CAPITULO!!!! Espero ver mas, espero ver como Sheik se reencuentra con Celica, lo quiero ver!!!! Y quien sera Lossanne...

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  2. Muy bien, con final abierto para algo nuevo ademas con opcion a nuevos compañeros y enemigos ^^.
    9/10 por usar a la asura como parte cómica.

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  3. Conseguiste engancharme al principio de la historia, y lo has vuelto a hacer con ese cliffhanger. Espero que el siguiente arco sea igual de bueno que este o mejor.

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